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  • Writer's pictureJeremie Yared

Paciencia, atención y adaptación profunda para XR Argentina frente a la pandemia



Escribo esto desde mi participación en el grupo local de XR Argentina. Lo digo, porque la pandemia me agarró con la cabeza llena de muchos conceptos que están dando vuelta alrededor de la crisis climática. Del colapso ecológico y social que sabemos casi inevitable ya. De la idea de la adaptación profunda. De justicia social. De duelo por la pérdida masiva de vida que está ocurriendo ahora mismo. Y mi lectura y visión de todo lo que tiene que ver con el coronavirus está inextricablemente ligada a todo esto. Embebido de XR, entonces, pero no en representación de. Las siguientes lineas no representan más que mi opinión personal. Mi objetivo principal acá es el de explorar las inmensas oportunidades de aprendizaje que nos trae el presente desafío: el de haber sido en pocos días catapultades más allá del mandato principal del movimiento. Hoy tenemos servida la disrupción global por la cual íbamos a trabajar todo el año sin siquiera saber si era posible de lograr. Y claro, todavía no estamos preparades para lo que sigue. No estamos preparades, pero por falta de práctica, no por falta de material de conocimiento. Todas las respuestas están acá, dentro de la mismísima narrativa de XR, dentro de sus valores y principios y dentro de sus grupos de trabajo. Por lo tanto, lo que quiero proponer es que la crisis que estamos viviendo nos está trayendo unas oportunidades de entrenamiento absolutamente soñadas, que tienen sólo dos requisitos para ser aprovechadas: que nos tomemos la pandemia como una crisis grave y seria, y que tomemos cierta distancia de la gestión política de esta crisis (sin dejar de velar por la justicia social y sin dejar de observar muy atentamente el panorama geopolítico; COVID-19 está forzando los gobiernos del mundo a mostrar sus cartas frente a una crisis global, más vale que tomemos buenos apuntes para el futuro!). Para decirlo de forma más sencilla: que pensemos (internamente) en la crisis del coronavirus como si fuera el desatamiento de nuestras peores pesadillas respecto al colapso climático. Como una simulación que nos servirá para practicar la aplicación de valores y conceptos fundamentales de XR dentro de nuestras comunidades. Una simulación que además de fortalecernos para la rebelión que aún tenemos que llevar a cabo, nos abre la oportunidad de ponernos al servicio de la gente y de realzar nuestra imagen como guardianes de la vida. Concretamente, una simulación que nos dará de trabajar:

  • nuestra resiliencia y agilidad;

  • la adaptación profunda y el duelo; y

  • el uso de nuestros privilegios por la justicia social.


Antes de ver estos puntos más en detalle, unas palabras sobre la importancia de tomarnos la crisis actual como tal.

Decir la verdad

Lo que más me llamó la atención en nuestra comunidad rebelde cuando se desató la tormenta fue la resistencia inicial. El rechazó a las recomendaciones oficiales, la duda, la desconfianza. Claro, es que no somos rebeldes por nada! Y acá no quiero culpar ni humillar a nadie. La verdad que con tanto información y desinformación de todo tipo circulando a toda velocidad, no es nada fácil saber que pensar. De hecho, hablando estrictamente del virus y de las medidas preventivas que se están promoviendo, resolví amigarme con la duda, confiar en les expertes y alejarme de cualquier debate al respecto, porque no creo desde mi lugar poder llegar a una certeza. Sin embargo, donde logro encontrar certeza y calma en esta situación, es haciendo el paralelo con la crisis climática y con las demandas de XR. Volviendo al ADN de XR, encuentro un piso más estable para pararme a pensar. En gran parte, XR es vocero de la comunidad científica. Exige de los gobiernos que se tomen en serio lo que le dice la ciencia, que le comuniquen esa información al mundo y que actúen en consecuencia. Aplicando esto a la emergencia sanitaria actual, podemos verlo como sí las autoridades estuvieran empezando a seguir nuestras instrucciones. O sea que hablando estrictamente de su velocidad y amplitud, la respuesta actual de los gobiernos es tal como me imagino que tendría que ser si se tomaran en serio la emergencia ecológica y climática. De ahí mi profunda empatía con esta crisis de la cual no se bien que opinar. Empapado de XR como lo estoy, veo otra "causa" lograr en pocos días lo que los movimientos ecologistas vienen pidiendo hace décadas, y lo que XR en particular busca provocar desde sus inicios. Veo gobiernos comunicando a la población las recomendaciones de les mejores expertes sobre el tema, y tomando acción en consecuencia. Podemos nutrir dudas sobre la validez de la base científica, claro. Pero que estas dudas nos sirvan para entender mejor a la gente que aún sigue dudando de la inminencia del colapso climático y ecológico. Y más allá de las dudas, si las logramos sobrepasar, escuchemos la verdad que tiene para contarnos la COVID-19, tal como nos gustaría que nos escuchen a nosotres. Fraternicemos con esta crisis, seamos buenas colegas. Actuemos en consecuencia.

Resiliencia y agilidad

Vamos al simulador. Sin pintar detalles para despertar inútilmente nuestras angustias climáticas, digamos que se desató una crisis, y que esta crisis en particular es una que nos impide salir de casa. Nos impide tomar los transportes públicos. Nos impide reunirnos de manera presencial.

Las entidades gubernamentales, la sociedad civil, el sistema de salud, los servicios públicos, el sector privado, el pueblo... a todes nos agarró de sorpresa. Se abrió de repente la cancha. En primer lugar hay que cuidar a la gente. Hay que cuidar la vida y asegurar la prestación de los servicios básicos mientras transitamos la crisis en busca de un nuevo punto de equilibrio. Y luego, ver cual es la historia que se va a escribir sobre este pizarrón virgen. Como se mueven todos los sectores, como evoluciona la situación, como cambian las narrativas, que podemos decir y que no. Está todo en juego. Todo alcanzable. Cómo avanzamos?


El coronavirus nos sorprendió a todes. Y sin embargo, hay muchas fuentes que quieren hacer el vínculo entre la pandemia y la decadencia del sistema capitalista. O sea que la crisis actual podría tener que ver con todo lo que decimos que se puede venir si no actuamos ya. Puede tranquilamente ser una manifestación temprana del colapso traído por los cambios climáticos que ya está anunciado.


Y aun así, no venimos venir. Lo cual me lleva a pensar que no tenemos por qué saber ver venir a los próximos cataclismos tampoco.


Es decir que nunca estaremos preparades, ahí esperando con todo listo para salir a transformar el mundo. No sabemos lo que tendremos que salir a decir. No sabemos lo que tendremos que salir a hacer. No sabemos a quienes tendremos que ayudar, ni a qué tipo de reacciones nos tendremos que enfrentar.


Lo que sí sabemos ahora, es que tendremos que ser muy ágiles y adaptarnos rápido. En nuestras formas de organización y de estrategia y de toma de decisión y de cuidado personal y de cuidado de la comunidad y de comunicación y de todo.


Podríamos redactar mil planes distintos para las infinitas posibilidades que nos reserva el mañana. Y quizás tengamos suerte y le peguemos justo a una situación esperada. Pero lo más probable es que no. Con nuestros recursos limitados, entonces, no sería mala idea seguir trabajando con mucho énfasis nuestra resiliencia, desarrollando con este fin distintas prácticas regenerativas.


Hoy.


Porque la resiliencia no se construye de un día para el otro. Se construye con la constancia de la práctica. Sin mucho ruido. Sin testigos tampoco. Se trata primero de fortalecer a une. De aprender a observar y regular las emociones, a comunicar de manera impecable, a desarrollar la empatía y la compasión, y también a saber hacer de todo un poco, volvernos generalistas, autodidactas. Todo para lograr luego elevar estas prácticas a nivel organizacional. Que como organismo vivo el movimiento sepa estar profundamente atento y sensible a su entorno para poder responder con resolución, nitidez y celeridad a cualquier cambio drástico que se nos venga encima.


Adaptación profunda y duelo


Parte de ser resiliente también es saber soltar. Soltar todo lo que conocíamos y amábamos y también odiábamos del mundo que la crisis -- cual sea -- vino a cambiar para siempre.


Somos rebeldes por la vida. Todes, de alguna u otra forma, sentimos un fuerte rechazo por el sistema actual y el mundo que forjó. El mes pasado, seguramente les hubiera dicho que sí, que nada quiero más que se caiga el sistema ya para dar lugar a ese mundo regenerativo que sé posible. Esto sigue siendo verdad. Lo que cambió, es que tengo mucha más conciencia de todo lo que podemos llegar a perder en la transición. Se puede oler, ver, tocar el peligro, y la verdad... la verdad es que ahora el miedo vino a sentarse a mi mesa. Parece que tendremos que seguir aprendiendo a convivir de manera pacífica, él y yo.


Que pasa si se cortan los accesos a la ciudad? Si se corta la luz por semanas enteras? Internet? Que pasa con el agua potable, la comida?


Sabemos que la transición va a ser turbulenta. Me escuché decirlo un millón de veces en alguna que otra de estas charlas de salón para cambiar el mundo. Pero de lo que me doy cuenta ahora es que hay una diferencia enorme entre saber y saber. Entre ir a un conversatorio sobre soberanía alimentaria, y encontrarte en el supermercado de tu barrio con góndolas vaciándose y filas de cien metros.


De vuelta... no creo que el colapso social nos venga a tocar la puerta ya ya. Pero el coronavirus nos abre una pequeña ventana para sentir -- más que simplemente entender o pensar -- todo lo que tenemos para perder.


Duele mucho. Pero creo que nos conviene hoy aprovechar esta ventana para acoger plenamente el dolor. No es para atraer malas vibras o para ser profeta del apocalipsis. Lo digo porque aceptar el dolor significa alejar el sufrimiento. Lo digo justamente porque quiero creer que más allá de los riesgos reales que presenta, la situación actual no va a tomar proporciones cataclísmicas. Que si nos cuidamos, vamos a poder mantenerla bajo control. Y que quizás el susto que nos está dando el COVID-19, al final de cuentas, tiene el potencial de salvar más vidas mañana de las que nos puede robar hoy. Está claro que cuando de pérdidas de vida se trata, no hay forma de ganar. Pero un poco de eso se trata la adaptación profunda para un mundo en llamas: ver lo que nos espera detrás del duelo.


A aceptar el dolor, pues, para no sufrir. A llorar la pérdida de un mundo que conocíamos. Un mundo regido por un sistema que odiamos, sí, pero un mundo lleno de vida en fin. A llorar porque no hay nada que celebrar, a llorar tanto como sea necesario.


Y que no sea en vano.


Entendamos la importancia de empezar hoy a construir edificios, calles, barrios, pueblos, ciudades más resilientes. Influir hoy en lo que sea que esté a nuestro alcance. Ponernos más series con eso de hacer huertas o recolectar agua de lluvia, empezar a ocupar y construir los espacios comunitarios de nuestros barrios, fortalecer vínculos con nuestres vecines, conectarnos en redes para tener donde acudir cuando haga falta. Y obvio, seguir haciendo el trabajo de incidencia política que estamos haciendo, asegurándonos de abarcar tanto lo macro como lo micro.


Se dice que nos toca a la vez dar luz a un mundo nuevo y brindar cuidados paliativos al sistema que se está muriendo. Atrás del duelo que tenemos que transitar, la adaptación profunda sirve para hacer las dos cosas a la vez. Asienta las bases de un mundo regenerativo, y son estas mismas bases las que servirán para atenuar los golpes más duros de la transición.


Privilegios y justicia social


Un buen punto de partida es a través del cuidado a les más vulnerables. Si lo que hagamos no puede ser justo e inclusivo, mejor no hacer nada. El piso, la línea base, el hilo conductor para nuestro actuar, tiene que ser la justicia climática y social.  Ahora con el planeta más o menos paralizado, no podemos casi salir a la calle. Y como lo mencioné al principio, tampoco creo que sea momento de hacer mucho ruido. Pero nada de eso quiere decir que no tenemos trabajo que hacer.


Más allá de encontrar formas novedosas de comunicarnos al mundo, tenemos hoy une responsabilidad inmediata de cuidado. La responsabilidad de usar nuestro privilegio, en la medida que nos toque a cada une, para proteger a les menos afortunades. Cada une a su medida, claro. Para algunes, usar su privilegio puede significar nada más que quedarse en casa a practicar distanciamiento social, por el bien de las poblaciones de riesgo. Darse cuenta que hasta la posibilidad de quedarse quieto en casa todo el día un martes cualquiera con la panza llena no se le da a todo el mundo. Agradecer poder hacerlo. Otres rebeldes podrán quizás trabajar más hacia afuera en su comunidad, asegurando el mantenimiento de servicios básicos. Ubicar en el barrio los focos de concentración de poblaciones de riesgo, ayudar como se pueda. Agradecer poder hacerlo. Y para quienes estén posicionades para esto, vigilar de cerca como se va dando la situación a nivel global, con las medidas que van tomando los gobierno. Cuidar que una eventual cuarentena total no deje atrás a les trabajadores precarizades, a la gente que no puede estar un día sin cobrar, a las familias que padecen del hambre. Pensar cómo puede afectar la situación a la gente invisibilizada, y prestarle nuestra voz, nuestra posición. Hacer que resuenen fuerte, muy fuerte las historias de esas personas y sus ecosistemas que más tienen para perder en esta crisis. Acá también, agradecer poder hacerlo.


La verdad que es un buen momento para descansar, reponer energías, fortalecernos. Sin autocuidado no podemos con nada. No es antropocentrismo, es simplemente el orden natural de las cosas. Pero si vuelven a despertar las ganas de activar, por lo menos para las próximas semanas, que sea con un ojo puesto en la justicia social, que la situación lo requiere más que nunca. Esto también, es saber adaptarnos. Nuestres vecines más vulnerables también son de la naturaleza, también nos incumbe protegerles. Estemos atentes.


Para la Madre Tierra, la Madre de todas las Virtudes


El mundo entero está frenado. Las personas de todos los continentes, con la mirada puesta en el mismísimo lugar. Es increíble.


Ahí mezcladito con el miedo y el dolor, quizás logremos saborear un poco esa unidad, que no se debe haber visto nunca, a tal escala, en toda la historia de la humanidad. En ese sentido, la crisis del coronavirus va a despertar más conciencias de lo que creíamos posibles en tan poco tiempo, y seguramente el mundo no vuelva nunca a ser el mismo. Porque una vez que llegamos a a ver, aunque sea por un segundo, esa red que nos une a todes con todo, no hay vuelta atrás.


Lo cual no significa, sin embargo, que esta disrupción sea la nuestra. Sí, va a ser importante que XR siga la situación con mucha atención para saber adaptarse y mantener una narrativa pertinente. Quizás meter alguna que otra acción para que no se olviden de nosotres, obvio. Pero si vemos que el mundo se está despertando a la unión y a la solidaridad, aunque sea un poco, siento que querer interrumpir no sería la mejor idea. Cuando se de la oportunidad, ayudemos a guiar la situación por el mejor camino posible, claro. Pero sobre todo observemos. Aprendamos. Practiquemos. Tejamos redes. Seamos miembros ejemplares de nuestras comunidades. Esta es la previa. Recordemos y amiguémonos con este mar de emociones que nos sumerge. Que después de todo esto el mundo estará más listo que nunca para nosotres. Y cuando llegue nuestro momento, pronto, al mundo no lo decepcionaremos.


Con amor y furia. Con un poco de dolor también. Y con mucha esperanza.

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